Adicción a la pornografía (La historia de Norma)

¿En qué consiste esta adicción? Si el adicto a la pornografía no sale mucho, no gasta mucho dinero, no tiene conductas sexuales de alto riesgo… ¿Cómo hace para «tocar fondo»?

Veamos a continuación la historia de Norma…

 

Ramiro Calderón

https://ramirocalderon.wordpress.com/coaching/

ramiro@ramirocalderon.com

 

La historia de Norma:

 

Cuando tenía diez años me aparecieron unas fotos pornográficas un día, mientras jugaba en el computador.

Hoy tengo diecinueve y ya llevo seis meses de recuperación. Hoy puedo hablar desde el otro lado.

Nunca pensé que pudiera llegar a estar mejor.

Ese día, cuando aparecieron las fotos, rápidamente las cerré y apagué el computador pensando que había hecho algo mal y que me iban a regañar… pero no podía dejar de pensar en lo que había visto. Al día siguiente volví a jugar y las fotos no aparecieron. Entonces decidí buscar. ¡Jamás creí que fuera tan fácil!

Desde aquel día nefasto, mi mayor objetivo cada tarde era esperar la hora en que pudiera estar a solas con el computador. Creo que quedé rayada desde el primer momento.

Me comencé a obsesionar con fotos de mujeres teniendo sexo entre ellas.

No soy lesbiana, pero me encantaba masturbarme viendo mujeres.

Comencé a pasar cada vez más y más horas frente al computador. Mis padres, viendo que se había convertido en mi juguete favorito, decidieron regalarme un computador cuando cumplí trece años.

Ellos estaban felices porque yo no molestaba para salir.

Mis amigos me consideran bonita y cuando me miro al espejo, me gusta lo que veo… pero soy un poco tímida. Me gustaba más quedarme encerrada viendo pornografía, que salir a buscar «lo que no se me había perdido»; así llamaba mi mamá a las salidas normales de los adolescentes.

Yo decidí no luchar más contra el control de mis padres, y quedarme encerrada en mi cuarto masturbándome. Eso me convirtió en la hija idea; era la máscara perfecta.

Ellos se sentían seguros porque yo no pedía permiso para ir a cine, ni para ir a ‘pijamadas’, ni para salir a comer con mis amigos. Decían que mi vecina se estaba «perdiendo» porque siempre que llegaban la encontraban con un grupo de amigos y amigas en la entrada del edificio. En cambio, se enorgullecían de la hija juiciosa que tenían, que se la pasaba estudiando en el cuarto. No sabían que la hija estaba tostándose con imágenes.

Yo me reía para mis adentros. Sentía que la masturbación era una forma de rebelarme en secreto; una forma de no hacer lo que ellos creían que estaba haciendo. Todos los días, mientras ellos pensaban que yo estudiaba mucho, me demoraba haciendo las tareas porque a cada rato interrumpía para masturbarme.

Veía fotos de mujeres, fotos interraciales, fantaseaba con hombres de color tocándome y haciéndome el amor en grupo, también comencé a fantasear con mujeres musculosas.

Sacaba el cuaderno de la maleta… y comenzaba mi primera sesión de imágenes y masturbación.

Abría el cuaderno… y me masturbaba nuevamente.

Cuando la tarea era de matemáticas, alcanzaba a masturbarme hasta diez veces antes de comenzar a hacerla.

Después de que comenzaba, me premiaba (¿adivina cómo?) después de cada ejercicio.

Siempre terminaba mis tareas… a las diez de la noche, cuando ya era hora de acostarme. Entonces me despedía de las imágenes (¿adivina cómo?) y me acostaba.

Mis padres nunca me revisaban tareas, porque veían que era muy juiciosa y sacaba buenas notas. Si lo hubieran hecho, se habrían dado cuenta de que me demoraba seis horas escribiendo una página y haciendo cinco ejercicios de matemáticas.

Mis padres no temían irse y dejarme sola. Yo era la hija que cualquier controlador quisiera tener. No ponía problemas, me negaba cuando me llamaban por teléfono, siempre me ponía la máscara de la buena estudiante y de la responsabilidad, mientras freía mi cerebro con basura.

Llegué a contar hasta cincuenta orgasmos en un día.

Con el tiempo, comencé a sentir las secuelas de mi encierro. Era intolerante cuando tenía que lidiar con gente. Me ponía ansiosa, sudorosa e irascible. En el colegio, aunque estaba entre mis compañeras, prefería quedarme encerrada dentro de mí misma. No hablaba con nadie. Cuando me sentía mal, sola o aburrida, fantaseaba con las imágenes que tenía en mi cabeza y me producía una excitación y un placer instantáneos.

Me volví depresiva. Comencé a escribir mucho en mi diario. Como temía que me descubrieran, llamaba a la masturbación «encuentros con M». Todos los días escribía «Me encontré con M», «Me volví a ver con M», «No aguantaba más en el colegio y me fui al baño a buscar a M».

Cuando leo lo que escribía en esa época, en primer lugar, veo que era evidente que estaba enferma y obsesionada… y por otro lado, estaba muy negativa. Todo el mundo era una porquería. Todos eran brutos, estúpidos, imbéciles y yo era la única inteligente, perfecta e incomprendida.

Pero vivía sola. Fantaseaba con cinco hombres de color haciéndome el amor, pero no era capaz de hablar con muchachos de mi edad. Me imaginaba a mujeres tocando y lamiendo mi cuerpo, pero no era capaz de agarrar por el brazo a mis compañeras de curso.

Me fui aislando. La gente me fue rechazando también. Decían que yo era engreída… y tenían razón. Si pensaba que todos eran unos imbéciles, seguramente lo demostraba con mis acciones y actitudes.

Me fui quedando sola.

Comencé a ver cómo mis antiguas amigas conseguían novios, se enamoraban, se enviaban mensajitos y se les iluminaban los ojitos con lo que yo llamaba «cursilerías».

Cuando mis compañeras comenzaron a hablar de orgasmos, yo hacía años que llevaba sintiendo muchos orgasmos diarios. Cuando comenzaron a fantasear con sexo romántico con sus novios, yo llevaba años fantaseando con sexo lleno de lujuria con grupos de desconocidos y con mujeres musculosas.

Pero en el fondo, me sentía sola, sucia, aislada y avergonzada de mí misma.

Tenía un conflicto interno. Mientras los demás pensaban que yo era una bruja, yo sabía que tenía que mirarlos con desprecio para poder ponerlos al mismo nivel mío… porque yo me sentía así de chiquitica. Yo era un microbio. Si no trataba de ponerlos al nivel mío, no era capaz de mirarlos a los ojos y comenzaba a tartamudear. La única forma de que yo hablara con cierta seguridad, era cargada de ira, desprecio y sarcasmo.

Finalmente me quedé sola. Creo que ninguno de mis compañeros de colegio me recuerda.

Por eso busqué ayuda en el grupo de adictos a la pornografía en internet.

No quería repetir la misma historia en la universidad.

Lo primero que tuve que hacer (y lo hice con ayuda del grupo), fue dejar de buscar imágenes y videos en internet.

Luego he tenido que lidiar con esa profunda inseguridad, que es la que me lleva a buscar las imágenes para aislarme. Las imágenes son una forma de aislarme sin que me duela el aislamiento… pero mi problema de fondo es la timidez y la inseguridad. Esa es la problemática que tapo con soberbia, sarcasmo, juicios, críticas y por supuesto con aislamiento y masturbación.

Tuve conflictos con mis padres, pues ellos vieron mi búsqueda de seguridad y de salir del aislamiento como una amenaza, pero yo sabía que no podía doblegarme a su voluntad. Ellos nunca han sabido de mi problemática.

Ahora tengo amigos; voy a cine y salgo.

Todavía me sudan mucho las manos y no he conseguido un novio porque no me considero lista, pero me sobran los pretendientes.

Y lo que me encanta de este proceso que estoy haciendo, es que no es simplemente para alejarme de la pornografía, sino para aprender a vivir feliz sin pornografía ni aislamiento; para mejorar mi autoestima y las relaciones con los demás; para aprender a relacionarme sanamente.

 

A pesar de ser tan nueva, esta es una de las más comunes entre las «Adicciones del Nuevo Milenio. De hecho, aunque el Manual de Enfermedades y Estadísticas de la Asociación Americana de Psiquiatría, conocido por sus siglas en inglés DSM-IV no contemplaba esta adicción, en la quinta versión que saldrá en 2013, se ha anunciado que abrirá una nueva categoría en la que se podrán incluir muchas de las adicciones que por ahora no son reconocidas como tales por dicha publicación, incluyendo la que hemos expuesto hoy.

Eso no quiere decir que quien padezca actualmente estas adicciones no tenga esperanza o posibilidad de tratamiento. Hay grupos de apoyo especializados en cada una de las adicciones, que han tenido gran éxito para tratarlas, así como en los años treinta, a pesar de que había muy poca literatura científica acerca del alcoholismo, Alcohólicos Anónimos comenzó a salvar personas que no tenían esperanza.

Hay grupos de apoyo institucionales y otros gratis, que funcionan con los mismos Doce Pasos de Alcohólicos Anónimos, aplicándolos a cada una de las adicciones específicas.

Quienes busquen ayuda específicamente para la adicción a la pornografía, por ahora la única alternativa económica que conozco se puede conseguir escribiendo a contactenos@cittainternational.co.cc

Ese es un espacio institucional que trata esta problemática con terapias de apoyo de grupo a bajo costo.

Si algún lector conoce alguna otra alternativa económica o gratis, le agradecería que nos informara, pues estoy seguro de que podría beneficiar a muchos más lectores.

2 comentarios en “Adicción a la pornografía (La historia de Norma)

  1. xxxchurch.com es la mejor web para tratar la adicción a la pornografía. Desafortunadamente está en inglés, pero tiene material muy completo (gratis y de pago) para el que quiere dejar esta adicción.

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